Cuatro sabios entraron a ver la plenitud del conocimiento de la realidad, cada uno con su propio modo de percibirla. El resultado fue un sabio muerto, otro loco, el tercero se desvió de sus convicciones y solo uno entró y salio en paz.
¿Por que sucedió esto? Por la forma en que cada uno encaró a todo lo existente. El sabio muerto ingresó con el pensamiento de llegar de hacer de la parte material sensorial de la realidad un fin en sí mismo, cosa grave pues si hacemos de nuestros deseos un fin al no alcanzarlos nos trasladamos al sufrimiento. El deseo no es malo, de hecho es indispensable par satisfacernos, para disfrutar. Esa parte material sensorial de la realidad debe ser un medio y no un fin para llegar a la plenitud del conocimiento del todo.
El sabio que se transformó en un loco cometió el error de poner énfasis en sus intuiciones e imaginaciones y no en el discernimiento. Fue un analista que repasaba cada uno de los conceptos que encontraba, los convertía en teorías, estaba seguro que mediante el intelecto llegaría a la comprensión del todo, pero no es así, porque el todo es infinito. Hay que trascender el ámbito de lo que se puede medir, el sabio no lo hizo y ahora no sabe quién es él.
El tercer sabio que se desvió de sus convicciones cuando al utilizar su discernimiento lo uso mal pues hizo de el un justificante par sus debilidades humanas, el discernimiento debe ser un arma para trascender, mejorar y no justificar nuestras actitudes de persona humana.
El cuarto sabio entró y salio en paz, hizo lo que los otros no hicieron y así logró armonizar lo general y lo particular, el objetivo y la forma en como se debe alcanzar. Su voluntad y su deseo equilibrados le brindaron el marco justo para desarrollarse y actuar.
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